Hoy os traigo un sitio muy especial. Un sitio que nos trasladará a un lugar y un momento concreto de la historia, a un episodio, el cual nunca debemos olvidar y que, quizás en estos tiempos que corren, debamos recordar, para no caer en los mismos errores del pasado. Hoy nos vamos a un campo de concentración nazi. Hoy nos vamos a Auschwitz.
Auschwitz fue el campo de concentración nazi y centro de exterminio más grande. Más de 1 millón de hombres, mujeres y niños perdieron sus vidas aquí. Pero comencemos por el principio.
¿Cómo llegaron aquí? ¿Qué pasó? En los años 20, el partido nazi, un grupo político radical en Alemania, comienza a coger fuerza entre la población a consecuencia de la insatisfacción general creada después de la I Guerra Mundial. La mayoría de los alemanes, alimentados durante años con la propaganda nacionalista, no tenían dudas: Alemania necesitaba un partido como ellos. Así es como a través de unas elecciones, en 1.933 Adolf Hitler llega al poder del país. Muchos aún no lo sabían, pero su destino estaba marcado. Con la llegada de los nazis al poder, en unos meses se suspendieron las libertades civiles, se liquidó la prensa independiente, se eliminaron a los diputados opositores del Reichstag -Parlamento- y se arrestaron a sus opositores políticos.
Los judíos iban viendo todos esos cambios en el país, pero sin imaginar que el antisemitismo del partido llegaría a tal extremo. Pero ese momento llegó, en 1.935 con las Leyes de Nuremberg, se prohibían los matrimonios mixtos, es decir, los alemanes de raza pura sólo podían contraer matrimonio con alguien de su misma raza, lo que evitaba los matrimonios entre alemanes de raza pura y judíos, por ejemplo. Finalmente, en 1.938, a través de unas leyes de “Arianización”, se comenzaron a confiscar los negocios de los judíos. Al mismo tiempo, comenzaron los arrestos a polacos, a maestros, a funcionarios, y un largo etcétera de personas fueron enviadas a los campos de concentración. A finales de 1.941, casi todos los judíos de la Polonia ocupada estaban en guetos o en campos de trabajos forzados.
¿Y por qué es bien conocido el campo de concentración y trabajo de Auschwitz? Como os he dicho antes, principalmente porque aquí murieron más de 1 millón de personas.
Auschwitz tiene como característico que sirvió para los dos modelos de campos que crearon los nazis, tanto para campo de concentración como para campo de trabajo.
Como campo de concentración, Auschwitz contaba con veintidós edificios de cuarteles de ladrillos antes de la guerra. Con el tiempo, el campamento se expandió de manera constante, tanto en términos organizacionales como espaciales, llegando a ocupar más 40 Km2. Tal era la envergadura del campo, que en 1.943 se subdivide en 3 campos:
- Auschwitz I. Era donde se ubicaba la administración de la guarnición de las SS. Aquí también se encontraban las principales tiendas de suministros, talleres y compañías de las SS. El trabajo en estas unidades y empresas administrativas y económicas fue la principal tarea laboral para los prisioneros en este campo.
- Auschwitz II- Birkenau. Fue el más grande. Durante sus 3 años de operación, tuvo una variedad de funciones. La mayoría, cerca del 90% de las víctimas del campo, murió aquí, en Birkenau. Además de judíos, más de veinte mil gitanos, prisioneros de guerra soviéticos y prisioneros de otras nacionalidades.
- Auschwitz III- Monowitz. Con el tiempo alcanzó el estatus de cuartel general de los subcampos “industriales” y su comandante adquirió la categoría de director y administrador, así como de comandante de las guarniciones de las SS.
Además de estas tres grandes áreas en las que se dividió el campo, en éste había más de cuarenta sub-campos donde se explotaban a los prisioneros como trabajadores esclavos.
Los prisioneros se clasificaban en 7 grupos:
- Judíos
- Polacos
- Gitanos
- Presos políticos soviéticos
- Testigos de Jehová
- Otros grupos étnicos
- Homosexuales
Y, como podréis imaginar, las condiciones de vida aquí eran demasiado extremas. Los edificios de ladrillo en los que se albergaban fueron diseñados inicialmente para albergar a unas 700 personas, pero en la práctica había hasta 1.200, es decir, ¡casi el doble! Los prisioneros no tenían camas ni ningún otro mueble, dormían sobre un colchón relleno de paja y tendidos en el suelo. Eran tantas las personas que tenían que dormir sobre el mismo suelo, que la única forma de que todos tuvieran un espacio era durmiendo de costado y en tres filas. Posteriormente, a partir de 1.941, ya se fueron incluyendo las literas de tres camas, en teoría para tres prisioneros, pero eran varios más los que las ocupaban. La única calefacción que les llegaba en el duro invierno polaco era a través de estufas de teja de carbón.
En cuanto al aseo, inicialmente habían unas letrinas provisionales al aire libre, pero posteriormente con la reforma contaban con veintidós lavabos con urinario y veintidós lavabos con desagües tipo canaleta. Además, contaban con un grifo encima de cada uno de estos lavabos.
En la primavera de 2.007 hice mi primera visita a Polonia. Si queréis saber los motivos del porqué de mi viajé a este país podéis leerlo en El viaje que me cambió.
Polonia, un país que, por aquel entonces, tan alejado me parecía y hoy con la perspectiva de los años y los miles de Km a mis espaldas, casi que pienso que Polonia está a la vuelta de la esquina. Polonia por aquella época no tenía euros (sigue sin tenerlos en enero de 2.018) y, aunque los Zloty llamaran mucho mi atención, la curiosidad histórica me invadía.
El motivo de mi viaje era visitar a una amiga pero, ya que estaba allí, tenía que aprovechar y conocer la parte más profunda de este país.
Llegué a Cracovia y la bienvenida me cautivó, una ciudad jovial, tan fría, pero tan llena de vida, luz y color la invadían por todas partes. Plazas donde jugaban niños, fuentes, como tantas veces había imaginado al leer mis libros de la II Guerra Mundial. Y, si me pongo a hablaros de su gastronomía, me puede dar para otro post entero, otro día os lo cuento, ahora solo os adelanto que nada más que de recordar esos restaurantes donde me servían en platos de plástico unos exquisitos “pierogis”, ya se me hace la boca agua.
Al llegar al campo de concentración de Auschwitz, al igual que en todos los otros campos de concentración nazi, lo primero que te encuentras es una puerta, pero no una puerta cualquiera, sino la gran puerta. La tenía delante: “Arbeit macht frei”. Por aquel entonces llevaba poco menos de un año estudiando alemán, pero esa frase ya la conocía, mi fascinación por ese capítulo de la historia me la había enseñado: “El trabajo te hará libre”. Qué incongruencia.
Tras cruzar esa puerta se expandía ante mí cientos de kilómetros. Imposible ver a simple vista el final del recinto. Pero ya mi cabeza empezaba a imaginar, las películas y los libros ayudan a visualizar cómo tendría que haber sido aquello. A mano derecha nos encontrábamos con un barracón que habían mantenido para que el visitante pudiera hacerse una idea de en qué condiciones vivieron los supervivientes y para entender por qué no habían sobrevivido miles de ellos.
En otro de los edificios se pueden visitar las cocinas y los baños. Han expuesto al visitante algunos de los artículos de los que se les desposeyeron a los presos como libros, joyas, enseres personales… al mismo tiempo que también se pueden leer algunas cartas de la época donde se expresan la crueldad del lugar.
Estuve unas tres horas recorriendo cada uno de los edificios que hoy en día quedan en pie hasta que ya no podía con tanto sufrimiento. Pensaba en las historias personales de cada una de esas familias: la niña que veía como le habían quitado a sus padres, el novio que anhelaría en la distancia a su amor, el hombre que veía cómo el fruto de su trabajo durante años desaparecía delante de sus ojos.
La entrada al campo de Auschwitz es gratuita. Existe una asociación voluntaria que mantiene el recinto con el único fin de que no se olvide la historia, de que aunque fueron muchos los que allí murieron, sigan vivos en nuestras cabezas y de que nunca, jamás de los jamases, se pueda a volver a repetir.
Fue una experiencia dura, pero os la tenía que contar, porque para mí esa primera visita a Auschwitz significó mucho. Desde entonces, ante determinados conflictos, me paro y pienso, me acuerdo de Auschwitz y eso me aclara mi punto de vista. ¿Y vosotros, conocéis algún campo de concentración?