Cómo ya os contaba a final del año pasado, uno de los sueños viajeros que tenía para este año era ir a conocer Oporto.
Esta bella ciudad portuguesa tenía ya muy clavada la espinita en mi corazón y parecía que me llamaba a voces para que nos conociéramos. En un par de ocasiones había programado ir, pero motivos de fuerza mayor habían hecho que lo tuviera que posponer. Pero a la tercera, ¡lo conseguí! Y por fin pude disfrutar de mi ruta en Oporto.
Portugal es un país vecino a España y, quizá por eso de que nos gusta ir a los lugares más lejanos, es un país al que tan sólo había ido en un par de ocasiones, ¡así que mis ganas por volver a pisarlo eran enormes!
Oporto era un viaje muy especial, además de por ser una ciudad que llevaba ya mucho tiempo queriendo conocer, porque iba a ser el primer viaje largo que hacía en coche con mi recién estrenado bebé.
Ya os contaba en el post viajar en coche con bebé, que este tipo de viaje puede llegar a ser mucho más sencillo de lo que nos creemos, con la única y primordial condición es que eres tú y tu viaje los que se tienen que adaptar al ritmo del bebé y no al revés.
Eso fue precisamente lo que yo hice y me funcionó bastante bien. Está claro que me quedé sin ver algunas cosas que tenía pensado que haría pero, para contrarrestar este inconveniente, os diré que sin embargo sí que vi algunas otras cosas o paré en algunos sitios que ni tan siquiera había pensado que visitaría. Y así fue cómo llegué a Aveiro, una parada que inicialmente no estaba programada.
Esta especie de Venecia portuguesa, bien conocida por los canales que recorren sus calles, me dejó hipnotizada. Sí, como estáis leyendo, la ría de Aveiro es la que forma este paisaje tan bello y particular.
Aveiro se encuentra a unos escasos 70 kilómetros de Oporto y es una ciudad de contrastes. Por un lado, podemos observar una ciudad vieja, con casas tradicionales y almacenes de sal para la ría; mientras que, por otro lado, nos encontramos con una ciudad de construcción moderna, ambiente joven, vida universitaria… y es que el turismo en esta ciudad está creciendo a un ritmo de infarto.
Aveiro disfruta de un clima templado con veranos secos, con lo cual apenas sobrepasa los 25 grados en verano y, al mismo tiempo, tiene unos agradables 15 grados durante el invierno. ¿Quién no quiere estas temperaturas para sus vacaciones? A mí, que a veces no tengo muy buena suerte con el tiempo durante las vacaciones, me tocó uno de esos pocos días nublados en Aveiro.
En la parte vieja de la ciudad, podemos comprar pescado fresco en su Praça do Peixe y por la noche el ambiente juvenil llena los bares y restaurantes de sus numerosas plazas.
Una de las atracciones turísticas más populares es pasear en mouliceiro, que son las embarcaciones típicas que recorren sus canales desde hace siglos. Es decir, los mouliceiro en Aveiro son lo que las góndolas en Venecia: un medio de transporte original y colorido que tenéis que experimentar por vosotros mismos.
Dar un paseo por la ciudad y hacer algunas compras extras, como paté de sardinas o vino de Oporto, entre otros, son algunos de los mejores productos gastronómicos que nos podemos llevar de vuelta a casa como souvenir.
Pero, además de ello, al pasar por Aveiro es casi obligatorio hacer una visita a la cercana Costa Nova, de la cual está separado por apenas 10 kilómetros.
Esta bellísima aldea cuenta entre sus mayores atractivos con su playa, una extensa franja de arena blanca de más de 5 kilómetros. Esta playa es muy popular entre los surfistas, ya que las olas que lo alcanzan la hacen un lugar único para la práctica de este deporte.
Y, además de su playa, otro de los atractivos de Costa Nova son las casas de pescadores, decoradas de una manera muy particular. Estas casas se han puesto muy de moda en los últimos años, tanto es así que ahora incluso se alquilan como casas vacacionales a través de plataformas como Airbnb y, ¡a un precio nada económico!
Y es que, Aveiro en general y Costa Nova en particular, está recibiendo una gran cantidad de turistas que llegan en busca de buen tiempo, relajarse y, en general, poder descansar unos días en un lugar apacible.
¡Yo bien me hubiera quedado allí unos cuantos días más! La lástima es que la parada la hice ya en mi camino de vuelta, por lo que no había forma de poder alargar el viaje y tocaba regresar a casa.
Pero, si tenéis pensado una escapada al país vecino y ni os habíais imaginado que aquí al lado podíamos tener lugares con tanto encanto, no dudéis en hacer una visita a la zona porque ¡os va a encantar!