Existe un lugar en el mundo donde naturaleza y religión se funden. Donde aves migratorias junto a miles de peregrinos tienen su punto de encuentro anual. Donde la fe se fusiona con alegría y jolgorio. Donde se puede disfrutar de una de las mejores puestas de sol que jamás puedas imaginar. Hablo de El Rocío.
Esta pequeña aldea onubense, en el sur de España, con tan pocos habitantes que ni existe un censo de los mismos (pertenece a la localidad de Almonte) se convierte por varios motivos en el punto de mira de muchos.
Naturaleza
Es uno de los rincones más privilegiados de España, a las puertas del Parque Nacional de Doñana. En él puedes deleitarte con los caballos, grandes protagonistas de la aldea, que casi en cualquier época del año cabalgan a sus anchas a los pies de la marisma.
No menos impresión causarán a los focos de tu cámara las diferentes aves migratorias, que hacen parada allí, yendo y viniendo de África. Resulta espectacular contemplar los flamencos, tan esbeltos, con sus largos cuellos y larguísimas patas, que nos cautivan con su característico color rosado.
Y, si lo quieres es playa, a tan solo 15 km encontrarás Matalascañas, una de las playas más largas de toda España, con una fantástica arena blanca de grano fino.
Un lugar, sin ninguna duda, donde deleitarte con unas vistas incomparables y de una auténtica belleza.
Religión
En la aldea de El Rocío se encuentra la ermita que le da nombre, un emplazamiento mágico que se puede admirar desde casi cada punto de la aldea en el que nos encontremos.
El exterior de su fachada, de blanco inmaculado, ya da signos de su magnificencia, pero quizás sea más su interior el que te dejará sin palabras. Prevalece el color dorado (aunque destaca mucho más de lo que para mi gusto sería óptimo) y la luz de su interior adquiere una cualidad casi mágica. Es una luz especial que, por muchas veces que la visito, no deja de sorprenderme, no sé si por su proximidad al agua de la marisma o por la construcción de la ermita en sí. Sea como sea, y a pesar de tus inclinaciones religiosas, te sentirás como en casa.
El pueblo
Aunque, como he dicho al comienzo, son escasos los residentes permanentes en El Rocío, su población sufre muchos altibajos los fines de semanas, vacaciones, festivos… La gente que allí acude con regularidad tiene un carácter especial. Su devoción por la “Blanca Paloma” supera cualquier tipo de límites. Son personas hospitalarias, para los que su casa es tu casa y el lema de “donde comen cinco, comen diez” se cumple con creces.
En él puedes encontrar las impresionantes casas de las hermandades que peregrinan todos los años, dar un paseo a caballo o en carruaje por sus calles o pararte a comer en alguno de sus restaurantes. Las calles, que siguen siendo de albero y tienen postes para que los jinetes amarren los caballos cuando desmontan, te transportarán a otra época.
La romería
Si durante todo el año la población sufre variaciones, cuando llega la romería anual la aldea sencillamente se queda pequeña para alojar a todos los peregrinos, curiosos y turistas que acuden a ella. Esta peregrinación anual parte de lugares tan remotos como Francia o las islas Canarias y desde allí comienzan su particular andadura hasta alcanzar su recompensa: poder encontrarse cara a cara con la Virgen del Rocío.
Como podéis imaginar, dependiendo del lugar del que se parta, el camino durará más días o menos. En cada uno de estos puntos de origen se crean las llamadas hermandades, que son las encargadas de organizar el camino y proveer de alojamiento a la llegada a El Rocío a sus hermanos.
Este camino se recorre de una forma muy especial, ya que serán las “carretas” tiradas por bueyes y caballos las que se encarguen de transportar todos los enseres necesarios para los días de peregrinación y sirvan al mismo tiempo para dar cobijo a las largas noches de espera.
Son diferentes y muy diversos los motivos por los que cada una de estas personas realizan el camino. Algunos lo hacen para dar las gracias por algún problema de salud que sufrió algún familiar y que en el año anterior se recuperó. Otros, por el contrario, porque las noticias no eran tan buenas, pero necesitaban verla, para “charlar” un rato con Ella, y no perder la fe. Algunos peregrinos te dirán simplemente que llevan toda la vida haciendo el camino y otro año más no podían faltar: es una tradición. Otros te dirán que es el momento del año donde todos los amigos se reúnen y, en estos tiempos donde cada vez es más difícil reencontrarse con familiares y amigos, ése es el mejor motivo.
Uno de los momentos cumbres de este camino se alcanza a la llegada al río Quema, donde los peregrinos que hacen el camino por primera vez reciben su bautismo de peregrinación. Un acto que, tanto para el que bautiza como para el que es bautizado, marca un simbolismo especial.
La fiesta
El camino de la romería es duro: son muchos días por senderos de tierras, bajo el sol y a altas temperaturas. Pero cuando ves ante ti el destino que estabas buscando, todo se transforma. Hasta la espera del famoso “salto de la reja”, el cual se produce en la madrugada al lunes de Pentecostés, donde la hermandad matriz de Almonte salta la reja que protege a la virgen para cargarla en sus hombres y pasearla por toda la ermita, los rezos y la fiesta se dan la mano.
En estos días previos, la convivencia es absoluta. En enormes casas donde pueden llegar a dormir más de cuarenta personas, se comparten mesas, risas y bailes. Son casas grandes, con una puerta delantera, que usan las personas, y otra trasera, para los caballos y bueyes, y un patio central que sirve de punto de reunión y celebración, donde se pasan las noches cantando y bailando bajo la luna de primavera.
Si de verdad no conoces este rincón de Andalucía, no dudes visitarlo en cualquier época del año. Ya estés interesado en la naturaleza, la religión o la fiesta, seguro que encuentras un buen motivo para hacer una escapada a El Rocío.