Cuando me propusieron la idea de ir a pasar un fin de semana a Lyon automáticamente dije: ¡Sí, quiero! E imágenes de copas de vino y platos de queso empezaron a aparecer por mi mente. ¡Oh, la, la! Ya olía a baguettes recién hechas y croissants rodeando mi cama. Lo que no sabía es que lo mejor aún estaba por llegar, porque Lyon era mucho más que pura gastronomía francesa. Lyon me estaba esperando porque tenía mucho para sorprenderme.
Viernes
Aterricé en Lyon entorno a las 21:00 horas. Un vuelo directo desde Barcelona que en poco menos de una hora de trayecto ya estaba tocando el suelo de la segunda ciudad más habitada de Francia, después de París. Unos calurosos veinticinco grados de un verano adelantado en el mes de abril me esperaban en el aeropuerto.
Para ir del aeropuerto al centro de la ciudad lo más cómodo y rápido es el Rhônexpress. Un tren que en poco menos de 30 minutos hace el trayecto de los casi 30 Km que separan el aeropuerto de Saint Exupéry del centro de Lyon. Lo mejor de todo es que el tren pasa cada 15 minutos en horario de 6:00 a 21:00. A primera hora de 5:00 a 6:00 y a última de 21:00 a 00:00 su frecuencia se ve reducida a un tren cada media hora. Y para obtener la ventaja de un precio más competitivo, también os recomiendo comprar los tiquets por internet, ya que el precio se verá reducido en varios euros en comparación a si compras los billetes directamente a tu llegada al aeropuerto. Toda la información y actualización de precios y horarios, la podéis consultar en su web.
Una vez llegué a la parada de Part-Dieu, quería empezar a comer todos esos productos que tanto había ido imaginando en mi cabeza las semanas previas a mi partida.
Y mi primera parada fue una pizzería cercana al alojamiento: Chez Paolino. Pensaréis que una pizzería no es precisamente lo más francés que podía encontrar en Lyon, pero os aseguro que sí, porque en ella podía introducir todos los tipos de queso que se me antojaran y es que sí, ¡soy una auténtica ratona y casi no puedo vivir sin el queso! Sin lugar a duda, una excelente elección.
Mi alojamiento en Lyon fue en una de las habitaciones del Lagrange Apart’HOTEL. Una habitación sencilla, pero a la vez práctica y acogedora donde nos trataron de maravilla y, lo mejor de todo, la habitación con vistas a un impresionante parque donde reinaba el silencio y la tranquilidad excepto a primera hora de la mañana, donde un suave canturreo de los pajaritos hacía de despertador natural. ¡Qué maravilla despertarse así por las mañanas! Y es que una se despierta de mejor humor y con más energía para recorrer la ciudad.
Sábado
El cantar de los pájaros por la mañana había despertado mi apetito. Quería un buen desayuno francés y no dudé en ir al Grand Café de la Préfecture. Rico pan francés con mantequilla, croissant a la manera tradicional acompañado de un zumo de naranja natural y un té para hidratarme bien.
Y ahora que ya estaba bien despierta y con el estómago lleno podía empezar a recorrer el centro de Lyon.
Descubrí que los ríos Ródano y Saona le dan una magia a la ciudad. La isla que queda en el centro, Presqu´île (península en francés) tiene un ambiente particular y comprendí por qué había sido incluido en la lista de Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Posee una calle peatonal bellísima con edificios de alto valor arquitectónico. Está rodeada de numerosos comercios y restaurantes, lo que crea un entorno con numeroso tráfico de transeúntes.
Otra de las atracciones turísticas de la ciudad que más llamaron mi atención fue la Basílica de Notre- Dame de Fourvière. Se sitúa en lo alto de una colina, a la cual puedes acceder en bus, teleférico o a pie si eres de los valientes que están preparados para andar cuesta arriba durante un buen rato. Desde lo alto de la colina, ya os podréis imaginar que las vistas a la ciudad de Lyon son impresionantes.
La Basílica recibe un gran número de peregrinos al año, ya que está ligada a San Marcelino Champagnat, fundador de los Hermanos Maristas, y se dice que fue en este lugar donde recibió la inspiración para fundar la congregación.
Además, si subes en bus, también puedes admirar la belleza del Sitio arqueológico de Fourvière. En ella se pueden contemplar las ruinas de varios lugares de la época romana, donde lo más destacada es su teatro.
El Vieux Lyon o casco antiguo de la ciudad es una zona que evidentemente te trasladará a otra época.
Se sitúa geográficamente a los pies de la colina de Fourvière y es uno de los pocos barrios medievales y renacentistas que siguen intactos hoy en día. Dentro de esta zona destaca especialmente la Cathédrale Saint-Jean-Baptiste de Lyon, conocida popularmente como catedral de Lyon.
Y es que, con tanto andar, subir y bajar, se me estaba olvidando, pero también comí y mucho.
El almuerzo lo hice en Chez Grand-Mère, situado en el viejo Lyon. Un restaurante donde parece no haber nada, pero ¡atención! Es que la sala de comidas está en el subterráneo, así que atrévete y baja las escaleras porque allí está lo mejor para tu estómago.
Para la cena me decanté por parar en la isla Presqu´île. Aquí, en Chez M´man, pude degustar una auténtica cena lyonesa.
Domingo
En unas horas tocaba la vuelta a casa, pero es que estaba tan encantada con la gastronomía francesa, que no quería perderme nada con el que deleitar a mi paladar.
Así que, tras ser despertada nuevamente con el despertador natural del cantar de los pájaros en mi ventana, me fui a desayunar a un sitio cercano al alojamiento (por eso de no tener que cargar con las maletas, que a veces me resulta un poco incómodo). Me decidí por un desayuno en Paul, una cadena de pastelerías/panaderías a los cuales no me podía resistir. Comencé por una baguette con mermelada para terminar probando el ecler de chocolate pasando antes por el croissant. ¡Qué bueno estaba todo! Tanto es así que hasta decidí llevarme un bocadillo de uno de los ricos panes que tienen para el camino de regreso a casa.
Porque como ocurre con todas las cosas buenas, van teniendo un final. Y como no me gustan los finales tristes, elegí volver a casa en tren, ese medio de transporte que tanto me divierte. La colaboración de los trenes de alta velocidad entre España y Francia hacen que se pueda llegar a Barcelona en tren desde Lyon en apenas cinco horas. Una maravilla poder contemplar los paisajes que van dibujando durante su camino.
Y es que fue un fin de semana muy especial, de esos viajes que guardas en el corazón con especial cariño. Te lo prometo, ¡volveré Lyon!