Historias de hotel

Historias de hotel

Durante varios años de mi vida trabajé en un hotel. ¡Un sueño hecho realidad! Y menudo sueño, porque nada es ni la mitad de lo que imaginaba.

Como recepcionista, agente de reservas y asistente de dirección me colé en los fogones del hotel. Ver lo que se cuece dentro para que cuando llegue el cliente el plato esté servido calentito y en la mesa es una experiencia que me hizo aprender mucho, tanto profesionalmente como turista. Por ejemplo, os diré que no hay vez que no vaya a un hotel que lo primero que haga sea mirar si hay pelos en las almohadas o polvo en las estanterías de arriba. Y ya sé que hay alojamientos de todo tipo, pero para mí las estrellas no son las que ponen en la puerta, sino las que yo veo y su personal me transmite, porque ¡os aseguro que me he encontrado con alojamientos de dos estrellas en los que es un auténtico placer estar!

Historias de hoteles hay miles, porque un lugar que abre 365 días al año, 24 horas al día y por el que pasan más de 80 nacionalidades dan para mucho. Por eso, recopilar las cinco historias más divertidas que he vivido ha sido todo un reto. Allá voy:

Mis cinco anécdotas más divertidas como trabajadora de hotel

  • Miércoles 20 de marzo, 17:30 de la tarde.

El señor Müller aparece en la recepción y yo de simpáticas maneras lo recibo:

–  Guten Abend, Haben Sie eine Reservierung?

(Buenas tardes, ¿tiene una reserva?)

– Ja bitte, Herr Müller, mein Name

(Si, a nombre de señor Müller)

– Oh, super! Sie haben ein Einzelzimmer für eine Nacht. Ihre Zimmernummer ist 607…

(Sí, claro, tiene una habitación individual reservada para una noche. Su número de habitación es 607)

Así que le doy la llave al señor y se marcha amablemente y yo continúo con mi tarde.

A las 22.00 horas aparece por la puerta el señor Rodríguez:

– Buenas noches, ¿tiene una reserva?

– Si, Manuel Rodríguez

– Oh, efectivamente, sí, una habitación individual para una noche. Habitación 607.

Y tras hacerle entrega de la llave continúo con mis tareas. A los seis minutos aproximadamente el señor Rodríguez sale sonriendo del ascensor, y pienso: “Claro, ahora me va a preguntar que dónde cena y que menos mal que la recepcionista habla español y le entiende con esos horarios tardíos de cena”, pero menuda fue mi sorpresa cuando me dice:

– Disculpa, pero hay alguien durmiendo en mi habitación.

No pude contener mi cara de estupefacción. ¿Cómo podía ser? Ese día no había overbooking (Eso os lo puedo contar en otro día, pues hay hoteles que funcionan a diario poniendo más habitaciones de las disponibles a la venta).

Repasé el sistema: check-ins realizados en el día, check-ins pendientes de llegar…cuando de repente un nombre sonó en mi cabeza: Señor Müller.

Era cierto, le había dado la llave de la 607, pero no le había dado al botoncito del ordenador, por lo que en el software la habitación seguía estando libre.

Pedí mil disculpas y como compensación le di una habitación mayor. Señor Rodriguez, ¡muchas gracias! Llevaba menos de un mes trabajando por primera vez en una recepción de hotel y lo comprendiste – somos humanos– decías, pero yo aprendí y nunca más se me olvidó darle al botoncito de habitación ocupada.

 

  • Esta historia me tocó vivirla desde el back office y no la viví en primera persona, pero aún así no tiene desperdicio.

Pareja (chica-chico) jovencito, de unos veinte años, alemanes, que han pasado una noche y van a hacer el check out. La recepcionista les informa de que deben 100€. Pasan la tarjeta del chico y no funciona. “¡Oh! Debe de haberse estropeado la banda magnética”, comenta, “¿Podemos ir al banco a sacar el dinero?” “Claro, pero, ¿puede ir uno y el otro quedarse aquí?”,  reclama la recepcionista. “Bueno, te dejamos el ordenador y ahora volvemos a por él”, responden. Era el único equipaje con el que viajaban y, naturalmente, a la recepcionista le pareció que un portátil valía más de 100€.

Pasó una hora, dos, tres… y por allí no apareció nadie a pagar la habitación. ¿Sorpresa? La sorpresa llegó cuando se intentó arrancar el ordenador y no funcionaba, ¡eso si que fue un sorpresón!

Conclusión: en un hotel, no te fíes de quien no te paga al momento y no aceptes objetos en lugar del dinero, ¡nunca sabes lo que realmente valen!

 

  • 09:30, sábado.

Mi compañero Andrew entra a trabajar. Se ha levantado con el tiempo justo y no ha podido desayunar antes de salir de casa, así que en el comedor de personal se pone a tostar un poco de pan. Justo en ese momento otro compañero lo reclama para que le ayude con una tarea. Andrew se olvida de la tostadora y después de esa tarea continua con otra. Aproximadamente a la media hora salta la alarma de emergencia:

“Por favor, señoras y señores, salgan de sus habitaciones inmediatamente, no usen el ascensor y colóquense en la plaza situada enfrente del hotel.”

Esa megafonía se oye durante varios minutos en diferentes idiomas. Bomberos y policía comienzan a llegar. Los huéspedes, muchos de ellos aún en pijamas, se agolpan en la plaza indicada. “¿Qué ocurre? ¿Qué sucede?”, preguntan con caras de asombro. Difícil de explicar que tu compañero olvidó el pan en la tostadora.

 

  • Grupos hay de muchos tipos, gustos y estilos, pero este grupo de 6 amigas españolas que venían a pasar cuatro días de turismo y amistad por la ciudad me fascinó entre todos.

Señoras de mediana edad entran sobre las 21:00 horas en la recepción del hotel. Entre risas comentan que tienen 3 habitaciones dobles reservadas.

Y así es, todo correcto. Se les hace entrega de las llaves, se les explica los horarios del desayuno, opciones de cena en el hotel y alrededores, qué hacer y visitar al día siguiente, qué no se pueden perder de la ciudad, dónde comer comida típica buena y barata… unas señoras de lo más educadas, correctas y amables, hasta que a los pocos minutos una de ellas vuelve diciendo que debe haber un error, porque le hemos dado una habitación doble con cama de matrimonio. Compruebo su reserva y es todo correcto, habían reservado 3 habitaciones dobles, 2 personas por habitación, pero en ningún momento habían indicado el tipo de cama, ni habían explicado que eran un grupo de 6 amigas, todo eso lo habíamos descubierto al hacer el check-in.

Le comento que no teníamos esa información, que lo siento, pero que para esa noche no hay disponible ninguna otra habitación con dos camas, pero que a la noche siguiente la puedo cambiar de habitación. Esta noche, si quiere, le puedo dar otro juego de sábanas para ella, por si no quiere compartir la misma con la amiga.

A pesar de toda la educación con la que se lo expliqué, amabilidad y predisposición a satisfacer al máximo sus deseos, la señora se transforma en un ogro. Comienza a gritar, diciendo que eso no es posible, que ella no puede compartir cama con su amiga, ¡que es sólo su amiga!

Como buenamente puedo y dentro de lo que la señora me permite hablar, le vuelvo a explicar toda la información de la que disponíamos, ofreciéndole las alternativas posibles para el día siguiente. Pero la señora no entra en razón y concluye diciendo que entonces, ya que no voy a hacer nada para ayudarla, dormirá en el suelo del pasillo. Y sí, mi cara se transformó en: “Señora, pero si tiene una cama, y ha pagado por ella”. Pero no, no había nada que la hiciera entrar en razón, tal y como ya me indicó, se duchó en la habitación que tenía, pero para dormir se fue al pasillo, poniendo a modo de colchón el edredón que tenía en la habitación y a modo de sábana las que yo le había ofrecido para que no tuviera que compartirlo con la amiga.

A día de hoy y pesar del tiempo transcurrido sigo sin comprender cómo alguien puede preferir dormir en el suelo de un pasillo de hotel, antes que en una cama de habitación de hotel (ojo, que la cama es de 1,8 metros de ancho) y con su amiga con la cual sí compartió baño. Historias que hay que vivir para creer.

 

  • 1 de enero. Un día difícil para ir a trabajar, puesto que para muchos es sinónimo de resaca, familia, descanso, balance, propósitos, pero aunque se nos olvide son muchos los que este día trabajan para que la inmensa mayoría disfrutemos.

Mi compañera entra a primera hora para ir calentando las máquinas de cafés y poniendo los primeros panes y bollos en el horno cuando ve un colchón en la basura de al lado de la puerta de entrada. “¿Qué extraño?”, comenta.

Tras comunicarlo con dirección y analizar el colchón llegamos a la conclusión de que no es la marca de colchón que tienen nuestras habitaciones, por lo que definitivamente será de alguien que lo ha soltado ahí.

Pasan las semanas y meses y todos olvidamos ese colchón, hasta que un día de primavera, unos clientes especiales nos solicitan si pueden usar los sofá-camas de las habitaciones suites (mejores habitaciones del hotel) para que sus hijos duerman en ellos y puedan estar todos juntos. No era una práctica habitual del hotel, pero debido al tipo de cliente, se acepta su petición. Los compañeros encargados de que las camas estén impolutas se dirigen a preparar el sofá – cama, pero… ¡no hay colchón! Sí, ya lo están adivinando, ese colchón que había aparecido meses antes al lado de la basura no era la marca de colchones que usábamos en las camas, pero sí era la marca de colchones que teníamos en los sofá-camas. Como ya os digo, no era una práctica habitual lo de usar los sofás como camas, así que nadie se dio cuenta de ese pequeño detalle, por lo que tras caer en la cuenta, todo fueron risas y más risas entre los compañeros.

 

Trabajar en un hotel es un aprendizaje continuo. Asimilas que no todos piensan como tú, que no todos ven las cosas de la misma manera, y sobre todo, que las costumbres y tradiciones marcan a las personas para toda la vida.

A partir de ahora cuando vayas a un hotel, no te olvides que son muchos los que están detrás para que tu estancia sea una experiencia inolvidable.

 

Si quieres, puedes compartir conmigo tus experiencias más divertidas en un hotel. ¡Estaré encantada de leerlas!

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