Esta ciudad italiana se ubica en la región de Lombardía, en la Italia noroccidental, limitando al norte con Suiza, al este con Trentino-Alto Adigio y Véneto, al sur con Emilia-Romaña y al oeste con Piamonte. Es la región más poblada del país y, la que mayor renta per cápita del país posee.
El desarrollo de esta región está fuertemente marcado por el crecimiento del sector servicios desde los años ochenta y, en particular, por el crecimiento de actividades innovadoras en el sector de los servicios a empresas y en créditos y servicios financieros. Además, la región cuenta con la principal zona industrial del país, la cual nunca ha desaparecido. A pesar de un pequeño declive provocado por la recesión global del año 2.009 que afectó intensamente a la industria, la región de Lombardía ha permitido a Italia continuar con su ritmo de crecimiento.
Milán es mundialmente conocida como una de las grandes capitales de la moda, la “ciudad del glamour”, como muchos la definen, encierra en cada uno de sus rincones ese aire vanguardista, con la perfecta combinación de toques clasicistas. Es una ciudad moderna: rascacielos, edificios de cristal y metal y grandes almacenes, pero al mismo tiempo su impresionante patrimonio artístico que no deja indiferente a nadie hace de ella una ciudad indescriptible.
Hacer turismo en Milán puede parecer mucho más fácil de lo que os pensáis, ya que, a pesar de contar con la ventaja de ser una gran ciudad, la comodidad que proporciona su pequeño tamaño da como resultado que a los principales puntos de interés se pueda acceder a pie.
Milán cuenta con muchos atractivos turísticos, entre ellos os puedo citar:
CATEDRAL
Es una catedral gótica, iniciada en 1.386 y finalizada en 1.965. Es de culto católico y, considerada una de las más grandes del mundo.
De hecho, lo característico de esta catedral es que, en el plano de Milán, sus calles salen de forma radial desde este punto, lo que indica que ya desde tiempos remotos constituía el centro de la ciudad.
CASTILLO SFORZESCO
Este castillo fue construido en el año 1.368 como fortaleza. Posteriormente fue transformado en un precioso palacio ducal, que quedaría prácticamente destruido durante la República Ambrosiana (1.447-1.450).
A partir de entonces, la familia Sforza puso todo su empeño en convertir el castillo en una de las cortes más significativas de Italia, entre otras medidas, contratando al escultor y arquitecto Filarete para diseñar y decorar la torre central, que actualmente es conocida como la Torre de Filarete. También intervinieron en su decoración artistas de la talla de Leonardo da Vinci, Donato Bramante y Cesare Cesarino, entre los más destacados.
En 1.800 Napoleón ordenó la demolición del castillo, llegando a abatirse las torres laterales y los bastiones españoles.
Durante toda la segunda mitad del siglo XIX fue objeto de gran discusión entre los milaneses, algunos partidarios de su demolición para la construcción de una urbanización de lujo y otros preservadores de la cultura y defensores de la restauración para su conservación a generaciones futuras.
Fue durante la Segunda Guerra Mundial cuando el castillo sufrió grandes daños, pero ya en el año 2.005 quedó totalmente restaurado construyéndose la plaza del castillo y con la construcción de acceso al metro de la ciudad.
LA ÚLTIMA CENA
En Milán podrás contemplar en directo uno de los frescos más famosos del genio italiano Leonardo da Vinci.
Esta genial obra se encuentra en al antiguo convento de la Plaza Santa María delle Grazie, a pocos metros del centro de Milán. Eso sí, si quieres deleitarte con esta obra, la única manera de verla es reservando con antelación, ya que tan solo se permite el acceso a 30 personas diarias, por lo que el aforo es bastante limitado.
GALLERIA VITTORIO EMANUELE II
Esta galería comercial, también conocida como “El salón de Milán”, fue construida por Giusseppe Mengoni entre 1.865 y 1.877 y se ubica en el lado norte de la Piazza del Duomo (Plaza de la catedral), que conecta con la Piazza della Scala.
El nombre de la galería proviene del primer rey de la Italia unificada.
El edificio está formado por dos arcadas perpendiculares cubiertas por una bóveda de hierro y vidrio. En el techo de la bóveda central de la galería hay un extraordinario mosaico que representa los continentes de Asia, África, Europa y América (Si, Australia no está).
En la galería podemos pasear entre tiendas de moda de importantes firmas como Prada, Gucci o Louis Vuitton, además de pequeños locales, tanto de restauración como de moda o papelería/librería menos conocidos. El establecimiento más antiguo es el Café Biffi.
Volviendo al tema del título, diréis, ¿Por qué Slow city?
Pues os cuento, en Milán, además de los numerosos sitios turísticos que nos podemos encontrar, cómo ya os he indicado algunos de los más importantes, es cuna del concepto Slow food.
Slow food (comida lenta) es un movimiento que nace en Italia por los años ochenta y pretende promover la filosofía que combina placer y conocimiento en al ámbito gastronómico, es decir, lentitud a la hora de la comida.
En la sociedad actual en la que nos encontramos, donde las prisas parecen que son el centro de nuestro día a día y vamos corriendo a todas partes, esta sociedad promueve hacer una pausa para comer, es decir, relajarnos y desestresarnos mientras saboreamos un buen plato.
Milán es un buen ejemplo de ello. En su vaivén diario, donde altos empresarios mueven negocios de gran escala mundial y, el ritmo de las grandes urbes viene marcado por los largos tiempos de trabajo, nada de comer una hamburguesa de Mc Donalds y salir corriendo, aquí hay que sentarse a la mesa a disfrutar.
Os recomiendo algunos sitios donde disfrutar de este movimiento en la ciudad, de la compañía con la que os sentáis en la mesa y, de las manos de los chefs, que harán la delicia de cualquier paladar:
Este restaurante tiene su historia, ya que nace en 1.978.
Sentarte en la terraza a la orilla del canal hará que se te pare el tiempo y recuerdes una de las veladas más relajante de tu vida.
Siguiendo un estilo de cocina tradicional milanesa, en esta osteria podrás saborear unos deliciosos vinos finalizando con unos postres caseros.
Aún recuerdo mi paso por este restaurante. La originalidad de la presentación de sus platos, su sabor, uhm…se me hace la boca agua.
Un detalle si os quiero indicar, para seguir este movimiento hay que estar preparado, y de verdad dejar las prisas en casa. Sentarte a comer en cualquiera de estos restaurantes milaneses seguidores del movimiento Slow food significa invertir entre hora y media y dos horas de vuestro tiempo. Mentalizaros de que el servicio será lento y, no porque sea malo, porque en muchos casos será excepcionalmente bueno, sino porque aquí las prisas no se entienden y lo único que prima es la lentitud y la calidad de la comida.
Yo que soy una persona muy nerviosa y tengo la necesidad de estar siempre haciendo algo, reconozco que al principio me costó. Cambiar la idea de que no hay que comer corriendo para seguir, sino que hay que parar a disfrutar para seguir, supone un esfuerzo por parte del consumidor, pero cuando lo pruebas y lo entiendes te preguntas, ¿y porque seguimos corriendo?
Hoy en día este movimiento es seguido en muchos países y por muchas personas. Y deberían de ser muchos más los que se apuntarán a esta nueva cultura gastronómica diaria del disfrute.
Y vosotros, ¿os apuntáis al Slow food? Si no lo tenéis muy claro, haced una escapada por Milán, quizás entre tanto disfrute cultural también os animéis al disfrute gastronómico del movimiento Slow food.
Pues me has convecidl. En mi próximo viaje a Milán que será en Diciembre lo probaré. Gracias por el aporte!
Es difícil y a los que estamos acostumbrados a ir todo el día corriendo nos cuesta, pero merece la pena…. Slow city, slow food, slow life!