Tenía muchas ganas de sentarme a comer. De que me pusieran el mantel y empezaran a traerme platos de esos riquitos que tanto me gustan y no me consiento a diario porque soy demasiado estricta con la dieta. Era el sueño de mis vacaciones perfectas: naturaleza, aire puro y buena comida, no necesitaba nada más. Así que para ese plan sólo tenía que montarme en el coche y dejarme llevar porque Asturias era el destino que estaba buscando.
Asturias es una comunidad autónoma de poco más de 10.000 Km2 y posee una población que apenas supera el millón de habitantes. Sin embargo, es una de las regiones españolas donde el sector primario más importancia tiene, destacando especialmente la ganadería vacuna, así como la producción lechera, agricultura (maíz, patatas y manzanas) y pesca. No podemos olvidar que en esta región el sector de la minería siempre fue su motor económico, pero que actualmente no goza del mismo peso que antes.
Mi primer campamento base en Asturias lo realicé en La forna de Bedriñana, una pequeña pedanía situada a escasos 3 Km de Villaviciosa y enclavada dentro de la reserva natural parcial de la ría de Villaviciosa. Unas vistas de lujo dentro de un entorno mágico, incluso se podía ver al fondo la fábrica de Sidra el Gaitero, ¡famosa en el mundo entero!
Llegaba el momento de la primera cena y, aunque estaba cansada por el viaje, era algo con lo que llevaba soñando semanas: ¡Mi primer plato de queso asturiano! No quería moverme mucho de la zona, así que fui a cenar al restaurante El Escorial, siguiendo la recomendación de Jesús (anfitrión de la casa). En general estuvo bastante bien. Si vais allí no dejéis de probar el chorizo a la sidra porque estaba delicioso. La sidra era servida de manera automática con una máquina, ¡qué inventos!
La capital de Asturias es Oviedo, aunque no es la ciudad que más población posee. Y Oviedo fue mi siguiente parada. Siguiendo las recomendaciones de una buena amiga asturiana, no podía dejar de pasear por la calle Gascona, donde según decían podría encontrar las mejores sidras y tapas de toda la ciudad. No me dio tiempo a comprobar si sería cierto o no, porque el restaurante Tierra–Astur ya me atrapó y tardé un par de horas en poder salir. Aquí degusté una auténtica fabada asturiana, cachopo, chorizo a la sidra, más quesos… y es que ya empezaba a tener mis quesos favoritos: cabra, gamoneu y vidiago. Lo siento, y mira que soy amante de los quesos, pero el queso cabrales… demasiado fuerte para mi paladar.
Tras una buena sobremesa para bajar tanta comida y tanta sidra, nada mejor que un paseo por Luanco antes de llegar a Gijón.
En Gijón, ciudad más poblada de Asturias, me sorprendió el ver tanta gente en la calle, sentadas en terrazas, disfrutando de los largos días de verano. Pero lo mejor de todo fue dar con la Cuesta del Cholo, una de las zonas más típicas y emblemáticas donde quedar con amigos a tomar unas sidras mientras comes pipas. Me recordó tanto a mi adolescencia en la plaza de los botellines de Sevilla… todas las ciudades deberían de tener un punto de encuentro donde comer pipas.
En estos días de descanso, a pesar de tanta comida también había tiempo para el descanso y admirar bellos paisajes en pueblos como Lastres, Colunga o Ribadesella. En Ribadesella el apetito volvía a hacer acto de presencia y nada mejor que saciarlo en la sidrería El carroceu. El servicio no corresponde a la calidad de la comida, ya que aquí puedes degustar unos buenos mejillones con tomate o unas auténticas anchoas del cantábrico, sin dejar de seguir catando quesos y cachopo.
Me cambiaba de alojamiento, quería conocer la Asturias más rural y de interior, y nada mejor que Benía de Onís, ¡además eran las fiestas!
Este pequeño municipio de escasos 500 habitantes ve como en verano su población aumenta considerablemente y a mí que me encantan las verbenas de barrios y pueblos, a bailar que me lancé. Eso sí, con tanto guateque el estómago me pedía también “marcha”, así que como estábamos de vacaciones y a eso era a lo que había ido, me fui a cenar al hotel – restaurante Casa Morán. ¡Y qué buena cena! El trato fue de lujo y la comida no se queda atrás.
Al día siguiente siguiendo también la recomendación de otros amigos que conocían la zona bastante bien fui a probar el menú de El urogallo en Arenas de Cabrales. Y esto sí que no tiene descripción: auténtica comida casera, con 2 platos, bebida y postre y sólo 9€. Eso sí, norma del restaurante, los menús no se pueden compartir, y ya os digo que hay que ir con muchas ganas de comer.
Cuando estoy preparando un destino siempre me gusta preguntar a mis conocidos y familiares, si ya han visitado la zona, para que me hagan sugerencias, pero lo que más me gusta es integrarme como una local más, sacando los mejores secretos guardados. Hablando con gente me recomendaron un lugar que podría decir que fue el mejor de todo el viaje: Casa Pedro en San Juan de Parres. Para acceder hasta él hay que ir por un camino agrícola, que por momentos pensarás que te has perdido, pero no, sigue que al final está el gran premio. Habíamos llamado para reservar como una hora antes y el recibimiento no pudo ser mejor. Nuestra mesa ya estaba preparada y el camarero nos deleitó en un primer momento con una mezcla de aceite con sal de Himalaya donde poder mojar el pan. También y sin ordenarlo nos dieron a probar mejillones a la sidra, que tenían un sabor exquisito, aún se me hace la boca agua solo de recordarlo.
Mis días por Asturias llegaban al final, ¡pero no sin antes llevarme a casa una colección de quesos y chorizos!
Asturias, no te preocupes, que en cuanto tenga hambre prometo volver.