No se me ocurría mejor forma de empezar este blog que hablando de mi ciudad natal. Todo proyecto tiene que empezar desde los orígenes.
Mucho se ha podido escribir ya sobre esta maravillosa ciudad. Su intensa historia la podéis consultar, por ejemplo, en wikipedia, . Por aquí pasaron fenicios, romanos y musulmanes entre otros y este intercambio cultural hace de ella una ciudad única
Como bien dice la canción de Los del Río “Sevilla tiene un color especial”, pero lo que más llama la atención es su olor. ¿Una ciudad que tiene fragancia?, diréis. Sí, es cierto, creedme, es una ciudad que huele. Esos naranjos que la acompañan por todas partes, en la época de flor se convierten en azahar y ese olor penetra configurando el propio aroma de la ciudad. No conoces Sevilla si no la visitas en primavera y te pierdes por sus callejones del barrio de Santa Cruz mientras te dejas llevar por su olor.
Y, después de perderte y encontrarte, lo que más caracteriza a Sevilla es su gente. Nada te puede maravillar más que tomar una cerveza “Cruzcampo” en una barra de una tasca y escucharlos hablando de su ciudad. Esos debates entre Triana y Macarena, Sevilla y Betis….y aún así tan unidos.
Yo siempre digo que los sevillanos están hechos de otra pasta porque, de verdad, que hay cosas que, aún habiendo vivido allí, te costarán entender. Son unas personas muy devotas de su Semana Santa, partícipes al 100% de su feria, dispuestos a ayudar a cualquiera que llegue nuevo a la ciudad y «salaos» y simpáticos como pocos podrás encontrar por el planeta, porque ponerle humor a esos 45º grados de agosto…no es tarea fácil.
¿Tienes ganas de saber más? No dudes en consultarme.
Yo no hay escapada que no me vuelva diciendo: ¡Volveré pronto, Sevilla!